XIV Concurso Literario de Narrativa.
Primer premio en la 1ª categoría.
Alumna de 1º E.S.O. grupo E : Luna Martín de los Reyes
EL MOLINO DEL TIEMPO
Hace mucho tiempo, en un lugar alejado de la ciudad y de la contaminación urbana, vivía la alegre y curiosa Elena. La niña que descubrió la verdad sobre el viejo molino de su abuelo Manuel.
Elena era una niña de nueve años, muy dulce y cariñosa. Una lisa y castaña melena le caía por los hombros. Tenía unos pequeños ojos verdes en medio de la sonrosada cara; entre los dos, una chata nariz ocupaba lugar y abajo había una boquita siempre sonriente.
Vivía feliz con su madre Luisa y sus abuelos paternos, Josefa y Manuel. El padre de la pequeña había muerto en Irak, cuando fue ayudar en la guerra. Éste era médico, y acudió a curar a muchos niños afectados y malheridos. Elena se había acostumbrado a vivir con ello, ya que hacía cuatro años de lo ocurrido, aunque muchas veces encontraba a su madre llorando en su habitación, con una foto de su padre en las rodillas,y ella se sentaba a su lado, la abrazaba y lloraban las dos. Luisa siempre decía que Elena era igual que su padre, tan cariñosa e intrépida como él.
Sus abuelos también la querían mucho, todas las mañanas Elena les preparaba el desayuno a los dos, se sentaba con ellos en su viejo sillón y les leía un capítulo de un libro llamado: " Tardes de verano". A Elena cada vez le gustaba más aquel libro que había sido un regalo de su padre y siempre quería que llegara la hora del desayuno para leer un poco más. La abuela Josefa a menudo se quejaba por todo, cada vez que algo le salía mal gritaba y agitaba los brazos hacia arriba, enfadada con el mundo. Sin embargo, Manuel era la persona más tranquila que Elena había conocido, amaba a su nieta y a su nuera como a su propia vida y las cuidaba como a nadie. Nunca soportaría que a su pequeña y adorada Elena le pasara algo malo. Por eso un día se acercó a ella y le dijo:
-¿Sabes guardar secretos?
- Claro abuelo, ¿qué me quieres contar?-preguntó intrigada Elena
-Ven, vamos fuera- y se llevó a su nieta fuera de casa. Se pusieron los dos sus respectivos abrigos y se fueron sin hacer ruido, pues Josefa y Luisa estaban echadas la siesta.
Entonces Manuel miró de reojo a Elena sin que ésta se diera cuenta y apoyó el brazo izquierdo sobre el hombro derecho de la niña- De esto Elena sí se enteró y contempló a su abuelo con cariño. Pasados unos segundos así, Manuel habló:
-Querida Elena, ¿ves aquella meseta?
-Sí, abuelo
- ¿Y ves el molino que hay encima?
- Pues es mi Molino del Tiempo.
Elena se quedó asombrada y preguntó:
-¿Eso existe?
- Si tú crees en ello, existe. Mira, mi vida se está acabando y quiero que te quedes con el molino. Te enseñará cosas del pasado que quieras preguntarle. Pero primero te tendrá que reconocer. Cuando sea el día, tú lo sabrás. Lo único que tienes que hacer es entrar, dar dos vueltas y tres palmadas. Después, en una pequeña mesita de madera verás varias fotografías, cógelas, ponlas encima de la rueda que está en medio, y di el nombre de tu padre en alto. ¿Comprendido?
- Abuelo, yo..., yo no sé si podré. Y, ¿ qué quieres decir con que tu vida se acaba? Abuelo te quiero mucho, no puedes irte de nosotras.
- Tranquila Elena, yo siempre estaré en tu pequeño corazoncito y te cuidaré desde allí. Te lo prometo.
En ese momento, Elena vio por primera vez como a su abuelo le caían unas transparentes lágrimas sobre las arrugas de los pómulos y le llegaban hasta la barbilla. La pequeña le abrazó fuertemente y lloró agarrada a él.
- Te quiero abuelo.
- Y yo pequeña, y yo.- Respondió el anciano, acariciándole el suave cabello.
El abrazo duró unos minutos más y cuando concluyó aquella bonita escena, pasaron dentro de la casa. La cena estuvo silenciosa, ya que la niña, que era la que siempre daba conversación estaba muy pensativa. Esa noche Elena durmió inquieta con pesadillas; estaba muy intrigada por la conversación que había tenido con su abuelo. Miles de preguntas se amontonaban en su cabeza: ¿era verdad que su abuelo tenía un molino del tiempo?, si era verdad ¿cómo lo debería usar?, ¿su abuelo iba a morir?, ¿ por qué estaba llorando? Al final se durmió; después de haber estado moviéndose inquietamente en la cama.
Al día siguiente su madre le dio la terrible noticia, su abuelo Manuel se había ido y no volvería a estar con ellas nunca más. Aquel día la abuela Josefa no se quejó de nada, estuvo todo el día comiendo sopa fría con fideos demasiado cocidos, su corazón estaba destrozado. Elena, al verla así, se acercó y le susurró unas palabras al oído.
-No te preocupes abuela, ¿sabes dónde está el abuelo?- la vieja mujer negó con la cabeza.- Está en nuestros corazones y nos está cuidando desde allí.
A continuación se abuela la abrazó y la bendijo en voz suave. Luisa, que había escuchado las palabras de su pequeña, sonrió y se unió al abrazo entre nieta y abuela.
Elena tenía muy claro que en cuando desayunara iba a ir al molino que le había mencionado su abuelo el día anterior. Cuando llegó allí, vio el Molino mucho más grande que desde lejos . Lo rodeó, y detrás había una pequeña puertecita marrón. la abrió y se encontró en una sala, había una rueda en el centro, como se abuelo le dijo, y la pequeña mesa en un lateral. En la mesa se encontraban dos lapiceros, una goma de borrar y varias fotografías suyas con su madre. Cogió las fotos, y las colocó en el centro de la rueda, siguiendo todas las indicaciones de Manuel. Al final, gritó el nombre de su padre lo más alto que pudo. De repente escuchó una voz que decía: "Bienvenida Elena, sabía que vendrías, tu abuelo me lo confirmó ayer, dime lo que quieres ver y yo te lo enseñaré. Cada día podrás ver dos imágenes o momentos del pasado, así que piénsalo bien". La niña no se lo podía creer, aquella era la voz de su padre y le hablaba como si fuera el molino. Entonces decidió hacer lo que la voz le decía y dijo algo que quería ver.
- Molino, me gustaría ver la boda de mis padres.
Una ráfaga de aire movió la rueda y al instante el momento de la boda de sus padres apareció. Su madre estaba preciosa, vestía un vestido blanco, largo, sin mangas. LLevaba un moño bajo y rodeándole había dos flores blancas. Su padre iba muy elegante, con una camisa blanca y unos pantalones negros. Cuando Elena contempló durante suficiente tiempo la escena, volvió a decir otra cosa.
- Ahora quier ver...mi nacimiento.
Otra vez la rueda giró y apareció la imagen. La escena emocionó a Elena, ella estaba tomando la leche del pecho de su madre y su padre sonreía mientras acariciaba su cabeza cuidadosa y lentamente.
-Esto ha sido todo por hoy. Adiós querida Elena, espero verte mañana.- Dijo la voz del Molino.
-Adiós querido molino, mañana vendré.- Respondió contenta Elena.
Desde entonces la niña iba todas las tardes y veía las imágenes que el molino le mostraba. Elena se hizo mayor y cuidó siempre del molino de su abuelo Manuel. Y el misterio del molino se transmitió de padres a hijos, de hijos a hijos, de abuelos a nietos, y así sucesivamente.
Elena era una niña de nueve años, muy dulce y cariñosa. Una lisa y castaña melena le caía por los hombros. Tenía unos pequeños ojos verdes en medio de la sonrosada cara; entre los dos, una chata nariz ocupaba lugar y abajo había una boquita siempre sonriente.
Vivía feliz con su madre Luisa y sus abuelos paternos, Josefa y Manuel. El padre de la pequeña había muerto en Irak, cuando fue ayudar en la guerra. Éste era médico, y acudió a curar a muchos niños afectados y malheridos. Elena se había acostumbrado a vivir con ello, ya que hacía cuatro años de lo ocurrido, aunque muchas veces encontraba a su madre llorando en su habitación, con una foto de su padre en las rodillas,y ella se sentaba a su lado, la abrazaba y lloraban las dos. Luisa siempre decía que Elena era igual que su padre, tan cariñosa e intrépida como él.
Sus abuelos también la querían mucho, todas las mañanas Elena les preparaba el desayuno a los dos, se sentaba con ellos en su viejo sillón y les leía un capítulo de un libro llamado: " Tardes de verano". A Elena cada vez le gustaba más aquel libro que había sido un regalo de su padre y siempre quería que llegara la hora del desayuno para leer un poco más. La abuela Josefa a menudo se quejaba por todo, cada vez que algo le salía mal gritaba y agitaba los brazos hacia arriba, enfadada con el mundo. Sin embargo, Manuel era la persona más tranquila que Elena había conocido, amaba a su nieta y a su nuera como a su propia vida y las cuidaba como a nadie. Nunca soportaría que a su pequeña y adorada Elena le pasara algo malo. Por eso un día se acercó a ella y le dijo:
-¿Sabes guardar secretos?
- Claro abuelo, ¿qué me quieres contar?-preguntó intrigada Elena
-Ven, vamos fuera- y se llevó a su nieta fuera de casa. Se pusieron los dos sus respectivos abrigos y se fueron sin hacer ruido, pues Josefa y Luisa estaban echadas la siesta.
Entonces Manuel miró de reojo a Elena sin que ésta se diera cuenta y apoyó el brazo izquierdo sobre el hombro derecho de la niña- De esto Elena sí se enteró y contempló a su abuelo con cariño. Pasados unos segundos así, Manuel habló:
-Querida Elena, ¿ves aquella meseta?
-Sí, abuelo
- ¿Y ves el molino que hay encima?
- Pues es mi Molino del Tiempo.
Elena se quedó asombrada y preguntó:
-¿Eso existe?
- Si tú crees en ello, existe. Mira, mi vida se está acabando y quiero que te quedes con el molino. Te enseñará cosas del pasado que quieras preguntarle. Pero primero te tendrá que reconocer. Cuando sea el día, tú lo sabrás. Lo único que tienes que hacer es entrar, dar dos vueltas y tres palmadas. Después, en una pequeña mesita de madera verás varias fotografías, cógelas, ponlas encima de la rueda que está en medio, y di el nombre de tu padre en alto. ¿Comprendido?
- Abuelo, yo..., yo no sé si podré. Y, ¿ qué quieres decir con que tu vida se acaba? Abuelo te quiero mucho, no puedes irte de nosotras.
- Tranquila Elena, yo siempre estaré en tu pequeño corazoncito y te cuidaré desde allí. Te lo prometo.
En ese momento, Elena vio por primera vez como a su abuelo le caían unas transparentes lágrimas sobre las arrugas de los pómulos y le llegaban hasta la barbilla. La pequeña le abrazó fuertemente y lloró agarrada a él.
- Te quiero abuelo.
- Y yo pequeña, y yo.- Respondió el anciano, acariciándole el suave cabello.
El abrazo duró unos minutos más y cuando concluyó aquella bonita escena, pasaron dentro de la casa. La cena estuvo silenciosa, ya que la niña, que era la que siempre daba conversación estaba muy pensativa. Esa noche Elena durmió inquieta con pesadillas; estaba muy intrigada por la conversación que había tenido con su abuelo. Miles de preguntas se amontonaban en su cabeza: ¿era verdad que su abuelo tenía un molino del tiempo?, si era verdad ¿cómo lo debería usar?, ¿su abuelo iba a morir?, ¿ por qué estaba llorando? Al final se durmió; después de haber estado moviéndose inquietamente en la cama.
Al día siguiente su madre le dio la terrible noticia, su abuelo Manuel se había ido y no volvería a estar con ellas nunca más. Aquel día la abuela Josefa no se quejó de nada, estuvo todo el día comiendo sopa fría con fideos demasiado cocidos, su corazón estaba destrozado. Elena, al verla así, se acercó y le susurró unas palabras al oído.
-No te preocupes abuela, ¿sabes dónde está el abuelo?- la vieja mujer negó con la cabeza.- Está en nuestros corazones y nos está cuidando desde allí.
A continuación se abuela la abrazó y la bendijo en voz suave. Luisa, que había escuchado las palabras de su pequeña, sonrió y se unió al abrazo entre nieta y abuela.
Elena tenía muy claro que en cuando desayunara iba a ir al molino que le había mencionado su abuelo el día anterior. Cuando llegó allí, vio el Molino mucho más grande que desde lejos . Lo rodeó, y detrás había una pequeña puertecita marrón. la abrió y se encontró en una sala, había una rueda en el centro, como se abuelo le dijo, y la pequeña mesa en un lateral. En la mesa se encontraban dos lapiceros, una goma de borrar y varias fotografías suyas con su madre. Cogió las fotos, y las colocó en el centro de la rueda, siguiendo todas las indicaciones de Manuel. Al final, gritó el nombre de su padre lo más alto que pudo. De repente escuchó una voz que decía: "Bienvenida Elena, sabía que vendrías, tu abuelo me lo confirmó ayer, dime lo que quieres ver y yo te lo enseñaré. Cada día podrás ver dos imágenes o momentos del pasado, así que piénsalo bien". La niña no se lo podía creer, aquella era la voz de su padre y le hablaba como si fuera el molino. Entonces decidió hacer lo que la voz le decía y dijo algo que quería ver.
- Molino, me gustaría ver la boda de mis padres.
Una ráfaga de aire movió la rueda y al instante el momento de la boda de sus padres apareció. Su madre estaba preciosa, vestía un vestido blanco, largo, sin mangas. LLevaba un moño bajo y rodeándole había dos flores blancas. Su padre iba muy elegante, con una camisa blanca y unos pantalones negros. Cuando Elena contempló durante suficiente tiempo la escena, volvió a decir otra cosa.
- Ahora quier ver...mi nacimiento.
Otra vez la rueda giró y apareció la imagen. La escena emocionó a Elena, ella estaba tomando la leche del pecho de su madre y su padre sonreía mientras acariciaba su cabeza cuidadosa y lentamente.
-Esto ha sido todo por hoy. Adiós querida Elena, espero verte mañana.- Dijo la voz del Molino.
-Adiós querido molino, mañana vendré.- Respondió contenta Elena.
Desde entonces la niña iba todas las tardes y veía las imágenes que el molino le mostraba. Elena se hizo mayor y cuidó siempre del molino de su abuelo Manuel. Y el misterio del molino se transmitió de padres a hijos, de hijos a hijos, de abuelos a nietos, y así sucesivamente.
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